El hombre como creador de sí mismo: Desde tiempos inmemoriales, el trabajo ha sido una de las principales formas en que el hombre construye su identidad y se inserta en el tejido social. En La condición humana, Hannah Arendt distingue entre el Homo Faber, el ser humano que crea herramientas y da forma al mundo, y el Animal Laborans, reducido a una existencia de trabajo repetitivo. Esta distinción es crucial para entender la precarización moderna, en la que muchos trabajadores han visto muy disminuída de su capacidad de creación y agencia, quedando atrapados en un ciclo de subsistencia.
La historia de la tecnología y el trabajo está plagada de dilemas. Robert Oppenheimer, tras liderar el desarrollo de la bomba atómica, comprendía que el avance tecnológico tiene consecuencias incontrolables. Esta misma dinámica se aplica al mundo laboral contemporáneo: la tecnología ha multiplicado la productividad, pero también ha generado formas de empleo más frágiles, algunas de ellas, incluso, con características «deshumanizantes». Este artículo, es una serie de reflexiones sobre este tema para que tanto empresarios como equipos de RRHH, exploren un punto de vista divergente del tradicional, djando de lado el capital humano como un costo y viendo su «humanización» como un beneficio. Hoy, a través de la historia de un trabajador precarizado, pues considramos que es una buena forma de entender cómo llegamos hasta aquí y qué alternativas se pueden surgir.

Breve historia de un trabajador precarizado
Carlos es repartidor de una plataforma de envíos rápidos. Conduce su motocicleta durante diez horas al día sin garantías laborales ni estabilidad económica. Cada pedido que entrega está mediado por un algoritmo que decide su retribución y la frecuencia de los encargos. Carlos no tiene jefe directo, pero su vida depende de una aplicación que le exige disponibilidad constante.
Como muchos otros en su situación, Carlos se encuentra atrapado en la lógica de la precarización. A simple vista, parece un trabajador independiente, pero en realidad, está subordinado a una estructura que de alguna manera hace uso de su fuerza laboral, sin que su actividad de todos los días llegue a ser legalmente reconocida como la de una persona empleada. Esta falta de estructura tradicional de trabajo en la que Carlos no tiene poder ni dcisión sobre el trabajo que recibe, ni en la cantidad ni calidad del mismo, con la inseguridad económica que conlleva, ilustra cómo la «flexibilización» (que no es flexibilidad) y en parte el avance tecnológico, en lugar de descomprimir a los trabajadores, ha generado nuevas formas de dependencia y vulnerabilidad.
Aclaramos, la idea no es demonizar a las plataformas, pues existen hoy en día otras realidades similares en cientos de actividades que no tienen nada de vanguardistas. Aunque si estamos invitados a tratar de ponernos en los zapatos del otro, dado que conforme los informes tanto de organismos oficiales como privados, tanto de España como de los países más desarrollados de Europa, respecto de la inseguridad económica de los trabajos y la precarización laboral creciente, son impactantes. El vucle de vulnerabilidad en el que un 20% de las familias de la Unión Europea se encuentran -y que explicaremos en próximas entradas-, es conmovedor sin hacer análisis partidistas (si se nos permite la expresión).
Una pincelada de fondo y una pincelada de forma
Una pincelada del fondo del problema radica en la evolución del mercado laboral. La creciente necesidad de ser competitivos con los costes de los mercados emergentes, la tecnología y la globalización, han creado un entorno en el que la estabilidad laboral y las buenas remuneraciones -vamos a ponerle nombre y apellido a las cosas-, es cada vez más escasa. El modelo de empleo basado en beneficios, seguridad social y derechos laborales ha sido reemplazado por «ajuste de costos» y/o la «economía de plataforma», donde los trabajadores son tratados como contratistas -pero, sin protecciones-.
En cuanto a la forma, la precarización se manifiesta en la cotidianidad de los trabajadores: largas jornadas, inestabilidad y escacés salarial y la constante presión de un sistema que maximiza la eficiencia a costa de la calidad de vida. Aunque hay una parte de los analistas que hace foco en la tecnología, que podría haber sido una aliada, y se ha convertido en un mecanismo de control invisible, hay otros que ven todo lo que no es tecnología y pasar por buscar un plus de ganancia a toda costa (y, como ustedes saben, aquí siempre apuntamos ideas para que las empresas mejoren su rentabilidad día a día).
¿Cómo salir adelante? Una propuesta desde la empresa
Es fundamental que los gobiernos, las organizaciones sociales y sindicales, y las empresas no solo reconozcan su responsabilidad en la configuración del mercado laboral, sino que también impulsen alternativas concretas para transformar la situación. El objetivo debe ser lograr avances colectivos en los que todas las partes se beneficien, comenzando por los trabajadores en condiciones de mayor precariedad, sin perder de vista que las empresas deben seguir generando empleo.
Existen modelos alternativos que demuestran que es posible equilibrar los intereses de todos los actores. Algunas compañías priorizan un cuidado minucioso de las necesidades de sus trabajadores, más allá de lo establecido en los convenios sectoriales. También hay plataformas que buscan garantizar plenamente los derechos laborales sin renunciar a la flexibilidad. Además, existen experiencias regionales orientadas a garantizar un salario digno real—sobre lo que profundizaremos más adelante—para evitar que en sociedades pujantes sigan existiendo familias con necesidades básicas insatisfechas.
La regulación debe evolucionar junto con esta nueva realidad, asegurando un marco legal que impida abusos y fomente condiciones laborales justas y sostenibles. Desde la perspectiva de Arendt y Oppenheimer, la solución radica en recuperar la dimensión humana del trabajo. No se trata solo de garantizar empleo, sino de permitir que los trabajadores sean creadores, no meros engranajes de una máquina. La tecnología, bien gestionada, podría ser una herramienta de emancipación en lugar de opresión.
¿Y tu que opinas?
Este artículo es solo el inicio de una exploración más amplia sobre la precarización laboral y como las empresas pueden pasar de esta dinámica a ser referentes como creadoras de «buenos lugares para trabajar», lo que les ayude a fortalecer su marca empledora y obtener, como valor agregado, más y mayores beneficios haciendo el bien mirando a quien. En próximas entregas, abordaremos otros puntos de vista, estudios que muestran los sobre costes que produce la precarización, y muchas herramientas para co-construir soluciones concretas y señalando casos de éxito que muestran que otro futuro es posible.