“Creo más en la microingeniería que en las políticas de shock”

Eran las nueve de la noche de un domingo cualquiera. Estábamos cenando algo ligero. Y aunque hablar de trabajo está prohibido los domingos, y mucho más por la noche, inevitablemente comenzamos a intercambiar ideas sobre cómo mejorar las instalaciones de nuestro edificio. El presupuesto, por supuesto, no alcanzaba para hacer todo lo que queríamos antes de que llegara el invierno (la temporada alta es cuando se hace el trabajo pesado). Aun así, empecé a esbozar rápidamente un plan de pagos en cuotas para presentárselo al contratista.

«La verdad es que no podemos darnos este lujo», dijo mi socia, pero mi respuesta fue casi automática, con un lápiz en una mano, una servilleta en la otra y la lengua ligeramente fuera por la concentración: «Si ajustamos aquí, pagamos por allá, y destinamos esto para aquello… ¡Listo! Podemos reformar los baños, uno a uno, pagando en cuotas». No sería rápido, pero era posible. Siempre he sido más fan de la microingeniería que de las políticas de choque.

Mi socia se quedó en silencio. Terminamos de cenar, y yo ya tenía una cita con el contratista para el lunes a las siete de la tarde. Nos sentaríamos a tomar un café y ver cómo hacer que una reforma significativa fuera factible, de una manera que beneficiara a ambas partes. ¿Pasar el invierno? Bueno, ya veremos.

«Siempre he sido más fan de la microingeniería que de las políticas de choque».

Muchas veces, en nuestras organizaciones y equipos de trabajo, esperamos que algo o alguien —un «iluminado» o una «iluminación»— nos saque del letargo en el que nos encontramos. Y eso está muy bien, de hecho, somos nosotros quienes deseamos ser llamados para provocar ese cambio o ese «re-start» que necesita tu equipo. Sin embargo, también es cierto que, ante grandes desafíos, solemos dejarnos abrumar por lo que yo llamo «quedarse congelado frente a la escalera entera«.

Imagina que tienes una escalera delante de ti, con 100 o incluso 1000 peldaños, como esas de las películas de Kung Fu Panda. Si dejáramos que nuestro ego y ansiedad nos acompañaran, probablemente nos susurrarían: «Tienes que llegar a la cima de un solo salto, o al menos en tres grandes zancadas». Al evaluar esta idea, casi sin duda, nos daríamos por vencidos antes de siquiera intentarlo. O peor aún, podríamos intentar esos tres saltos o buscar atajos que nos lleven a la cima sin esfuerzo. Al final, nos daríamos cuenta de que no funciona o que, si lo logramos, habrá sido un esfuerzo en vano.

Pero, ¿qué sucede en nuestra vida cuando visitamos un lugar turístico, bonito, con una escalinata de 1000 peldaños? Nos ponemos un sombrero, aplicamos protector solar si hace sol, tomamos una botellita de agua y comenzamos a subir, un peldaño a la vez. Un escalón a la vez. Después de una o dos horas, incluso avanzando lentamente -porque no estamos en la mejor condición física-, y al final llegamos a la cima. Contemplamos el paisaje, miramos hacia abajo y pensamos: «¡Wow! Lo hemos logrado».

«…ante grandes desafíos, solemos dejarnos abrumar por lo que llamamos «quedarse congelado frente a la escalera entera»

La propuesta de hoy es la de avanzar, a paso firme, pero de un problema a la vez. Incluso con ayuda profesional, como la que ofrecemos en de Cano Management; muchas de nuestras soluciones apuntan a fomentar la incorporación de hábitos y propuestas de cambio que avancen gradualmente en la planificación y ejecución estratégica, en lugar de intentar un cambio radical cuando no estamos en condiciones de afrontarlo (aunque nuestra consultora también lo hace posible cuando es necesario). Porque en determinadas situaciones, no se puede subir una escalera de miles de peldaños de un solo salto ni girar 90 grados de la noche a la mañana. Sin embargo, sí es posible realizar microacciones que nos lleven a alcanzar objetivos cada vez más grandes, paso a paso.

Reflexionamos nuevamente sobre los resultados a largo plazo que provienen tanto de los procesos como de las pequeñas decisiones. Es evidente que la incorporación de un gerente extraordinario puede marcar la diferencia, pero al final es la forma en que se mueve todo el equipo, la cultura organizacional que se incorpora y permanece, lo que lleva a las organizaciones a un nuevo nivel.

Nosotros mismos hemos vivido lo que significa implementar intervenciones significativas y tomar decisiones estratégicas cruciales que pueden impulsar a una empresa hacia el éxito. Sin embargo, en muchos casos, es el trabajo constante, ladrillo a ladrillo, lo que construye una base sólida y duradera. Algo que no debemos olvidar es que subir una escalera de mil peldaños implica esfuerzo en cada paso. Aunque los primeros escalones puedan parecer insignificantes, es importante entender que, a medida que avanzamos, el desafío se hará sentir en nuestro espíritu, nuestro ánimo, y corporativamente, en nuestras finanzas.

Tanto el proceso como el resultado final serán una cima

Se supone que tanto el proceso como el resultado final serán una cima que, de otra manera, no habríamos podido alcanzar, o nos habría costado otro tipo de esfuerzo lograr.

Si queremos asegurarnos de que no estamos confundiendo una escalera con la parábola de la rana hervida —esa que, sin darse cuenta, se queda en su zona de confort hasta que es demasiado tarde—, debemos evaluar si el proceso de avanzar peldaño a peldaño implica un esfuerzo real. Porque aunque subamos un escalón a la vez, toda escalera requiere esfuerzo, aunque al principio este parezca mínimo.

Dinos que es lo que piensas de esta idea en los comentarios y por favor comparte el artículo con quien tú creas que lo necesita. Muchas gracias por acompañarnos. ¡Nos vemos la semana que viene!