¿Te gustaría saber cómo «desconectar» de una forma que realmente funcione o necesitas apoyo para dar el primer paso hacia un cambio? ¡Estamos aquí para ayudarte a lograrlo!
Ayer fue el cumpleaños de mi esposa. Era día de semana, así que en la tarde-noche, después de un día de trabajo, celebramos juntos. Familia, amigos, comida y un vino que alguien nos trajo de regalo para compartir. La amena tertulia de siempre, el “cumpleaños feliz”, una calada a un tabaco, saludos y despedidas. Al día siguiente, mi día libre, me levanto a las 8:15. Tengo que llevar el coche al taller mecánico y acompañar a mi esposa al médico. Luego, a disfrutar de mi día de descanso. Pero… creo que soy adicto al trabajo, y saber que a las 11:00 ya habré terminado con mis tareas no me sabe a gloria; más bien, todo lo contrario. ¿Puedes creerlo?
Mientras buscaba material de lectura para aprender a relajarme en mi tiempo libre, me encontré con todo tipo de recomendaciones. Desde claves y consejos hasta un blog que titulaba: “Maximiza tu tiempo libre”. “Maximiza tu tiempo libre”, ¡¿en serio?! ¿Estamos todos locos? ¿Ahora también damos recomendaciones para optimizar el tiempo de ocio? Fue entonces cuando me di cuenta de que el que estaba demente era yo. Quizá, si lograba ayudarme a mí mismo, de paso podría ayudar también a los seguidores de nuestros artículos, quienes, como yo, por ahí de vez en cuando también tienen dificultades para relajarse cuando se presenta la oportunidad.
Primero el plato fuerte: las malas noticias
Cuando no nos damos un respiro del trabajo —y más adelante hablaremos de la diferencia entre vivir corriendo, el estrés laboral y el avance real—, las consecuencias recaen primero en nosotros mismos: nuestra salud, nuestras emociones y nuestro entorno más cercano. Para colmo, nuestro desempeño laboral también se resiente. Aunque en Europa algunos señalen la baja productividad como una inquietud en países como España, estoy seguro de que, si estás leyendo este blog, es porque trabajas más que el promedio.
Hace tiempo, un informe de Deutsche Welle hablaba del «karoshi», o «muerte por estrés laboral», un fenómeno preocupante en Japón, país que lidia con el envejecimiento poblacional, una tasa de natalidad alarmantemente baja y una cultura laboral adictiva que lleva a sus trabajadores —especialmente los más jóvenes— a realizar jornadas interminables, muchas veces sin retribución adecuada. Recuerdo pensar: «¡Eso no nos pasará a nosotros!».
Pero, ¿sabes qué? El último año he trabajado más horas que nunca en mi vida (y créeme, siempre he sido de largas jornadas). ¿El problema? No es solo cuánto trabajamos, sino que no sabemos desconectar. Y eso nos está pasando (y cobrando) factura.
Mal de muchos, consuelo de todos
Según informes de la BBC, el Reino Unido también sufre los estragos de la no desconexión laboral, con lo que llaman el «Saturday Syndrome». Este término describe los problemas de salud que afectan a la población activa precisamente en sus momentos de descanso, como fines de semana o vacaciones. De hecho, el 47% de los trabajadores afirma regresar de su tiempo libre en peores condiciones —más agotados o tensionados— de lo que estaban al marcharse.
Aunque esos datos suelen centrarse en trabajadores por cuenta ajena (y dejamos de lado casos extremos como en EE. UU., donde jornadas de 60 horas semanales aumentan el riesgo de infartos), queremos dirigir también este mensaje a quienes desempeñan múltiples roles: trabajadores que combinan un empleo dependiente con uno autónomo, falsos autónomos y, por supuesto, emprendedores y pequeños empresarios.
Para todos ellos, sabemos que la desconexión parece un lujo inalcanzable. Entendemos que tu proyecto es como un hijo, que demanda tu atención y dedicación 24/7. Pero ¿a qué coste? Si estás siempre en la cancha, «transpirando la camiseta», nunca habrá un momento de pausa real. Y, sin descanso, no hay fuerza para el próximo partido. Los datos en relación a la pérdida económica de las empresas producto de estos problemas están a pocos clik´s de tu mouse.
¿Y entonces?
Sabemos que el cuerpo sufre cuando no paras a tiempo, que tu familia lidia con tu mal humor porque estás nervioso sin razón aparente y que, encima, tu rendimiento será peor más adelante. ¿No es hora de aprender a desconectar?
El problema está claro, pero las soluciones, no tanto. Las fuentes más serias se quedan en describir el panorama sin profundizar en salidas prácticas, mientras que las que ofrecen soluciones rápidas suelen carecer de rigor. Desde aquí, queremos equilibrar la balanza: ofrecerte pasos concretos que no solo sirvan a quienes nos leen, sino que también nos ayuden a lidiar con nuestro propio estrés por estar out of office.
Antes de entrar en acción, es vital entender tres cuestiones fundamentales:
1. Toma conciencia del problema. Si respondes correos o mensajes laborales a cualquier hora del fin de semana o en vacaciones, tienes un problema, aunque lo maquilles con excusas como “es mi negocio”, “pierdo clientes”, o “así me tomo más días después”. Otros indicadores incluyen caras largas en casa o discusiones con tus seres queridos por tonterías como “te pasaste con la sal en la barbacoa”. Si algo no encaja, admítelo: hay algo que no está bien y hay que reconocerlo.
2. Algunos necesitan actividad para desconectar. Hay personas que, por su personalidad o fisiología, no pueden quedarse quietas. No pasa nada; no es malo. Pero, en lugar de seguir trabajando, canaliza esa energía en actividades que te relajen o te activen de forma diferente, como practicar deporte, cocinar o hacer voluntariado.
3. Evita el “modo crisis” perpetuo. Ser negativo, derrotista o vivir en constante alarma pensando que el futuro depende de trabajar sin descanso solo añade más estrés. Créeme, lo sé por experiencia: romperte el alma constantemente no garantiza mejores resultados. Además, esa actitud te roba el espacio para el descanso creativo, que es necesario para generar ideas frescas, pero que siempre empieza con… ocio.
Entonces, aceptar estas tres realidades es el primer paso hacia una desconexión consciente y efectiva. Desde ahí, construiremos alternativas que funcionen para ti y tu estilo de vida. ¿Listo para nuestras tres ideas para la acción?
Con probar no pierdes tanto como crees
Primero, asume una realidad que puede doler: en el corto plazo, desconectar podría parecer que te hace ganar menos. Sé que no es fácil de escuchar, sobre todo si vives ajustado o tienes un negocio al que dedicarte 24/7. Pero te aseguro que no se trata de perder dinero, sino de ganar en claridad, energía y, a largo plazo, mejores resultados. No soy igual de productivo a las 8.00 am que a las 8.00 pm después de una jornada maratoniana. Nadie lo es, aunque muchos lo nieguen.
Este cambio de mentalidad implica aceptar que tal vez pierdas algún cliente, dejes de facturar unas horas extras o incluso contrates a alguien para cubrirte en esos momentos en los que necesitas parar. Si tienes un negocio, quizás delegar no sea tu estilo, pero más vale gastar un poco en ayuda que hipotecar tu bienestar. Y aunque las herramientas tecnológicas pueden resolver mucho, ninguna IA sustituirá el trato humano con un cliente, al menos no hoy.
Si desconectar por completo te parece imposible, empieza con actividades que te distraigan de manera sana y activa: deportes, manualidades, voluntariado o meditación. Pero cuidado, que la desconexión no se convierta en una fuente de estrés. Conozco a quienes llevan al extremo sus hobbies: competir en lugar de disfrutar. Y por favor, no conviertas tu pausa en una obligación para los demás. Si decides salir en bici o ir de camping, que sea tu actividad, no algo impuesto a tu familia.
¿Sientes que estás al borde del colapso? Para. Frena. No la próxima semana, no cuando tengas “tiempo”, sino ahora. Mañana mismo, literal, comunica a tu equipo que necesitas un respiro de siete días, nunca menos, —puedes echarme la culpa a mí como tu mentor si hace falta— y sal de la rutina. Busca un lugar tranquilo, a varios kilómetros de casa y el trabajo, sin lujos y, sobre todo, sin tecnología (esto, aunque te cueste lágrimas, es crucial). Un refugio que te permita desconectar de verdad. ¿No tienes presupuesto? Hay opciones asequibles: un camping, una posada sencilla, o incluso un retiro en monasterio o en plena naturaleza.
Créeme, frenar no es un lujo ni un capricho, es una necesidad. He vivido esa sensación de ir al límite, y aunque frenar puede parecer imposible, es totalmente viable. Cuando lo hagas, te darás cuenta de que tu cuerpo, tu mente y tus relaciones te lo agradecen.
Gracias por leer. Déjanos tu comentario y comparte este artículo para que podamos seguir creando contenido que realmente te ayude. Si necesitas apoyo para dar este paso o si quieres organizar una semana de desconexión, estamos aquí para ayudarte. Nos vemos la próxima semana.