Aprender en equipo (2da parte)

Dos tipos primarios de discurso El diálogo y la discusión Ambos son importantes para que un equipo sea capaz de generar continuamente aprendizaje generativo Su poder reside en su sinergia, que tendrá más probabilidades de aflorar si se aprecian las distinciones entre ambos El término “discusión” proviene del latín discutere que significa “quebrar”, “disipar”, “decidir”, derivado a su vez de quatere que significa “sacudir”. Y esto es precisamente lo que ocurre en este tipo de discurso, el tema de común interés se “quiebra”, se “sacude”, se analiza desde muchos puntos de vista aportados por los participantes. En estos casos, estaremos abiertos a aceptar parte del punto de vista aportado por otra persona pero, fundamentalmente, deseamos que nuestra visión de las cosas prevalezca sobre la visión delos demás. Esta forma de hacer las cosas, sin embargo, no es compatible con la prioridad de la coherencia y la verdad y, para lograr ese cambio de prioridades, es necesario incorporar otra modalidad de comunicación: el diálogo. Etimológicamente, la palabra “diálogo” proviene del vocablo griego que significaba “discurrir, conversar” o más propiamente “hablar a través de algo” cuyo derivado latino es el término dialogus, “conversación de dos o de varios”. En el diálogo un Equipo Líder de la OMI tiene acceso a una mayor “reserva de significado común”, a la cual no se puede tener acceso individual El propósito del diálogo es trascender la comprensión de un solo individuo. A diferencia de la discusión, en el diálogo no intentamos ganar, no pretendemos hacer valer nuestro punto de vista, pues dialogando obtenemos una comprensión que no alcanzaríamos individualmente, participamos de la reserva de significado común, la que nos permite un desarrollo y cambio constante. A través del diálogo • un Equipo Líder de una Organización Motivada por Ideales explora asuntos complejos desde diversos puntos de vista, • quienes participan de él ponen entre paréntesis sus supuestos aunque los comunican libremente, • el resultado es una exploración libre que permite aflorar la plena profundidad de la experiencia y el pensamiento de las personas, y al mismo tiempo puede trascender esas perspectivas individuales. Revelar El propósito del diálogo es revelar la incoherencia de nuestro pensamiento. Exponiendo nuestras ideas ante los demás nos planteamos y plantamos frente a ellas como ante un espejo, pudiendo observarlas y analizarlas a la luz de los aportes que los otros realizan. Para que este propósito se logre, es necesario que se cumplan tres condiciones básicas que contribuyen a que el “libre flujo del significado” pase a través de un Equipo Líder de la OMI, reduciendo la resistencia al intercambio. De esta manera es posible discutir sobre asuntos complejos que, de otra manera, serían fuente de discordia emocional y ruptura. Asegurando estas condiciones, hasta los temas más complejos se transforman en espacios desde donde es posible obtener visiones más profundas. Suspensión de los supuestos Esto significa sostenerlos ante nosotros como si examináramos una sábana colgada al sol, lo suficientemente accesibles para el cuestionamiento y la observación. En ningún caso quiere decir desechar nuestros supuestos, reprimirlos o callarlos, como tampoco significa que tener una opinión sobre las cosas sea malo, reprobable o que debamos eliminar el subjetivismo. Deberíamos estar conscientes de que nuestras perspectivas, la forma como vemos las cosas, no se basan en hechos incuestionables sino que, por el contrario, nuestra forma de ver el mundo está impregnada de los conceptos que sobre ese mundo nos hemos creado y no podremos dialogar verdaderamente y crecer a través del diálogo, mientras no estemos dispuestos a cuestionar las bases sobre las cuales se sustenta nuestra mirada. Cuando nos cerramos al diálogo, cuando decidimos que nuestra forma de hacer las cosas es “la forma como las cosas deben hacerse”, bloqueamos el flujo de la comunicación adoptando posiciones rígidas e incuestionables que más adelante nos sentimos obligados a defender. La herramienta de suspensión de supuestos nos aleja de esta ilusión, pues creer que hay una sola manera de hacer las cosas, “nuestra manera”, no es nada más que eso, una ilusión. Vernos como interlocutores válidos El diálogo se produce cuando quienes participan en él se ven como iguales en una búsqueda común de mayor percepción y claridad. Esto es fundamental puesto que el pensamiento es participativo y el acto consciente de considerarse iguales permite que quienes participan del diálogo se relacionen en armonía. El diálogo, por su misma naturaleza, provoca en quienes lo practican un sentimiento de vulnerabilidad -recordemos que hemos “suspendido nuestros supuestos” ante los demás y eso nos hace sentir desprotegidos–. Al percibirnos como iguales, establecemos un tono positivo, sentimos que estamos construyendo un entendimiento más profundo. Como en muchas herramientas de gestión institucional, estamos invitados a ser conscientes y tener la voluntad de considerarnos como iguales. Esta visión de los demás como interlocutores válidos no significa que haya que compartir las mismas opiniones. Muy por el contrario, el poder de esta actitud demuestra todo su potencial cuando las opiniones son diferentes. Resulta fácil sentir camaradería cuando estamos de acuerdo, lo realmente difícil es hacerlo cuando nuestras opiniones son divergentes. Esta condición no siempre se da con facilidad Especialmente en organizaciones altamente jerarquizadas donde es lícito preguntarnos si quien ostenta el poder estará dispuesto a suspender sus supuestos ante una persona de “menor jerarquía institucional”, o si una persona que ostenta un puesto menor optará por mantener silencio por temor a las “represalias de la autoridad”. El diálogo es “inquieto” y necesita de personas con espíritu lúdico dispuestas a jugar con ideas nuevas, examinarlas y verificarlas. Un árbitro que “conserve el contexto” del diálogo El árbitro de una sesión de diálogo cumple muchas de las funciones básicas de un buen “árbitro de procesos”. Estas funciones incluyen ayudar a la gente a formar parte del proceso y los resultados, es decir, a sentir que todos son responsables de lo que ocurre. También debe ocuparse de mantener el diálogo en marcha. El árbitro siempre guarda equilibrio entre su pericia y su actitud servicial, aunque sin adoptar una actitud de experto que desalentaría la participación de los